miércoles, 11 de agosto de 2010

Nocturna

El que más y el que menos conoce la aportación de Guillermo Del Toro al séptimo arte, y aunque puede gustar más o menos, hay que admitir que a nadie deja indiferente. Como es sabido, es el autor del guión de la mayoría de las películas que dirige, pero lo que no conocíamos tanto es su faceta como novelista.

Junto a Chuck Hogan ha editado su primera novela, y el que siga su filmografía puede imaginarse a qué género se ha dirigido al escribir su primer libro, el terror.

Del Toro se caracteriza por su gusto por la oscuridad existente en los cuentos de hadas, donde viven monstruos y seres macabros no orgullosos de su propia naturaleza. Y en su primera novela, obviamente plasma su estilo, conjugando el mito del vampiro con la vulnerabilidad del ser humano y su entorno.

Nocturna” es la primera novela de “La trilogía de la Oscuridad” donde el vampirismo se propaga en forma de plaga, convirtiendo en bebedores de sangre a la humanidad por culpa de un virus parasitario. A algunos nos puede parecer perfectamente el prólogo a esa maravillosa novela que es “Soy Leyenda”.
El libro comienza con un claro homenaje a la obra de Bram Stoker; eso sí, situando la acción a bordo de un boeing 777 en lugar de un barco, incluyendo el detalle del ataúd y la tierra.

Los vampiros descritos en la novela, se diferencian de los que estamos acostumbrados a ver en el cine, o de los que marcan la tradición. Alejándolos del glamour y atractivo con que últimamente parece estar de moda retratarlos, trata el vampirismo como enfermedad; el agua bendita o los ajos no causan ningún efecto devastador sobre ellos. Ni tan siquiera muerden a sus inocentes víctimas, si no que los infectan a través de un aguijón, con los que dejan una marca apenas perceptible. Incongruentemente sí otros elementos tradicionales actúan del mismo modo que ya conocemos, pero que no os desvelaré en esta crónicaInevitablemente, no sé si adrede o sin querer, Guillermo hace que nos venga a la mente aquellos vampiros de vampiros que aparecían en la segunda entrega de “Blade”, no en vano, él mismo se encargó de la dirección de dicha secuela.
Es a través de estos rasgos donde la novela puede sorprendernos, mediante la forma de narrarnos dichas transformaciones. Tratándolas científicamente; de cómo sufren las víctimas una metamorfosis dolorosa, mientras sus órganos van cambiando afectados por el parásito que los infecta. Pero que al contrario de la originalidad al tratar a los afectados, vivimos la historia a través de los ojos de unos personajes estereotipados. El típico antihéroe que pasa por una mala racha personal, el Dr. Ephraim Goodweather del Centro de Control de Enfermedades, y hasta el típico anciano, Abraham Setrakian, que lo instruye e ilumina su camino enfrentándose a tan peligrosa plaga. Y no se trata de ningún spoiler, puesto que esto lo vemos desde el primer momento que los personajes aparecen a escena. Al estar escrita al alimón pienso que es por lo que existen esas incongruencias.

No por ello resulta una mala novela, al contrario, es la típica lectura que nos engancha (a pesar de su mala traducción al idioma de Cervantes), haciendo que no queramos dejar de leer hasta el final. Sabiéndonos a poco ese final abierto, y deseosos de que caiga en nuestras manos la segunda entrega titulada “Oscura”.

Por su sencilla narración, presumimos que dicha trilogía se trasladará a la pantalla gigante, cosa que ya seguramente ya estaba en mente desde el mismo momento en que sus autores la gestaban.

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